El punto de partida en nuestra forma de concebir la enseñanza de la danza es el disfrute personal. Hemos comprobado que el cuerpo se convierte en instrumento válido de comunicación cuando desarrolla registros de movimiento y se educa para expresar la música de forma casi visceral.

De ahí que la división de los cursos en niveles responda a una metodología clara y bien definida en cuanto a objetivos. En los primeros niveles se hace hincapié, evidentemente, en los pasos básicos de cada baile para dotar al alumno de un conocimiento elemental previo que le provea de soltura para salir a la pista. Los grupos de nivel II centran su trabajo en el desarrollo de la expresión corporal ampliando el abanico de recursos individuales. El tercer nivel aprovecha lo asimilado para profundizar en ello y utilizarlo en lo que consideramos la esencia  del baile en pareja, que no es otra cosa que la interpretación de la música y los sentimientos que esta provoca como clave para una comunicación que no por puntual deja de ser intensa.

A partir del cuarto nivel la fusión de estilos y tendencias así como las coreografías de grupo obligan al alumno a un esfuerzo mayor en el que, además de responder a unos parámetros de movimiento estipulados por el profesor, deben conservar todo el trabajo previo –léase expresión corporal, comunicación con la pareja, interpretación- y, al tiempo, potenciar su creatividad y capacidad de improvisación.

© Sálsalon 2002